Internet también contamina: educa en un uso digital más ecológico

internet y cambio climático

¿Alguna vez te has preguntado si navegar por Internet contamina? La mayoría asumimos que usar Internet es “limpio” porque no vemos humo ni chimeneas cuando enviamos un correo o vemos un vídeo en el móvil. Sin embargo, la realidad es que la red tiene un impacto ambiental invisible pero enorme. De hecho, si Internet fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo. Cada búsqueda que haces, cada foto que subes a Instagram y cada capítulo que maratoneas en Netflix consume energía y recursos, generando emisiones de CO₂ sin que lo notemos. 

Esta “contaminación digital” está creciendo rápidamente: el ecosistema de Internet (centros de datos, redes, dispositivos…) ya produce alrededor del 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y consume entre el 1% y 2% de la electricidad mundial. Son cifras similares a las de toda la industria de la aviación, ¡y siguen en aumento año tras año!

La sensibilidad en la infancia y adolescencia hacia el medioambiente es una gran aliada: aprovechar ese compromiso ecológico puede ser el punto de partida para educar también en un uso más responsable y sostenible de la tecnología. 

El coste energético de cada clic

No solemos percibir físicamente el impacto de un clic, pero detrás de cada mensaje, búsqueda o vídeo hay una enorme infraestructura funcionando las 24 horas. Por eso, cada actividad en Internet tiene su huella de carbono. Por ejemplo, un simple correo electrónico puede generar alrededor de 17 gramos de CO₂, y cada búsqueda en Google emite unos 0,2 gramos de CO₂ . ¿Te parece poco? Piensa que en todo el mundo se realizan 5,9 millones de búsquedas por Internet cada minuto y se envían unos 231 millones de emails en ese mismo minuto. Esa avalancha de actividad digital implica un consumo energético enorme y, si la electricidad no proviene de fuentes renovables, se traduce en toneladas de CO₂ lanzadas a la atmósfera.

Y no termina ahí: también enviamos miles de mensajes por WhatsApp, jugamos en línea y usamos redes sociales a diario, acciones todas que dependen de servidores funcionando a pleno rendimiento. Las videollamadas, por ejemplo, tienen un coste energético notable. Un estudio de la Universidad de Purdue reveló que una hora de videoconferencia puede producir entre 150 y 1000 gramos de CO₂ (según la calidad del video). Curiosamente, si en esa llamada apagamos la cámara y usamos solo audio, reducimos el impacto de carbono hasta en un 96%

Ver vídeos en streaming tampoco es inocuo: Netflix informó que una hora de streaming en su plataforma genera aproximadamente 100 gramos de CO₂. Dicho de otra forma, una persona que ve cuatro horas de Netflix al día causa alrededor de las mismas emisiones que conducir un coche de gasolina durante 2 kilómetros. Puede no parecer mucho, pero al multiplicarlo por millones de usuarios el impacto se dispara. La propia Netflix calcula que el consumo global de sus vídeos emite unas 1,1 millones de toneladas de CO₂ al año. Y servicios de vídeo online populares como YouTube rondan los 6,5 millones de toneladas anuales, mientras que TikTok supera los 14 millones de toneladas de CO₂ al año. En resumen, nuestros ratos de ocio digital y comunicación online también tienen un lado contaminante considerable, aunque no lo veamos a simple vista.

Netflix

Basura digital: datos almacenados que también contaminan

No solo contaminamos cuando usamos Internet, sino también con todo lo que acumulamos en el mundo digital sin darnos cuenta. Hablamos de la llamada “basura digital”: esos correos antiguos que jamás lees, las fotos duplicadas o borrosas que guardas “por si acaso”, el historial de chats y archivos en la nube que nunca limpias… Todos esos datos inactivos siguen residiendo en centros de datos que consumen electricidad las 24 horas del día para mantenerse. Mantener almacenados 1000 fotos en tu smartphone o en la nube puede consumir tanta energía como la necesaria para cargar ocho teléfonos móviles completos, según expertos en sostenibilidad digital. Y tener unos 100 correos electrónicos guardados (muchos de ellos probablemente innecesarios) podría equivaler al gasto energético de 125 bombillas encendidas. ¡Imagina entonces el coste de decenas de miles de mails y fotos almacenados sin ton ni son!

La mayor parte de nuestra huella de carbono digital se origina en el almacenamiento en la nube, es decir, en esas grandes salas llenas de servidores donde se guardan nuestros datos. No olvidemos que “la nube” no está en el cielo: son centros de datos físicos, el corazón de Internet, con miles de servidores que requieren electricidad constante y sistemas de enfriamiento. 

¿Consecuencia? Un consumo masivo de energía. Guardar solo 2 GB de fotos en la nube (lo que fácilmente ocupa un álbum de vacaciones) conlleva aproximadamente 7 kg de CO₂ emitidos a la atmósfera.

Para visualizarlo: esa cantidad equivale a tener una bombilla LED encendida 4 horas al día durante todo un año. Ahora, multiplica ese efecto por los cientos de GB de imágenes, vídeos y documentos que subimos entre millones de usuarios… En conjunto, el impacto es enorme. Se estima que un servicio completo de almacenamiento en la nube como Google Drive o OneDrive puede llegar a generar unas 14 millones de toneladas de CO₂ al año, una huella comparable al consumo eléctrico anual de toda la ciudad de Los Ángeles.

En resumen, cada foto, video o archivo que acumulamos sin necesidad contribuye silenciosamente a las emisiones globales.

Hacia una mayor conciencia digital ecológica

Es evidente que Internet no es tan “verde” como solíamos pensar. El problema es que poca gente es consciente de ello. En plena era digital, y especialmente entre las nuevas generaciones preocupadas por la crisis climática, necesitamos ampliar nuestro concepto de ecología para incluir también nuestros hábitos online.

El primer paso para hacer un uso más sostenible es conocer el coste real e forma más sostenible en favor de las personas y el planeta. Dicho de otro modo, debemos hacer visible lo invisible: reconocer que cada vídeo que reproducimos, cada cuenta que creamos y cada foto que guardamos tiene un coste ambiental real. Al tomar conciencia de esa “huella digital”, estaremos en mejor posición para cambiar nuestros hábitos y reducirla.

La buena noticia es que podemos disfrutar de la tecnología siendo más responsables con el medioambiente. Con pequeños gestos cotidianos es posible minimizar la huella de CO₂ de nuestras actividades en la red. Aquí te dejamos algunos consejos prácticos para un uso de Internet más ecológico:

✅ Apaga la cámara en las videollamadas si no es imprescindible: Tener el vídeo activo consume mucho más ancho de banda y energía. Usar solo audio puede reducir hasta un 96% la huella de una videollamada, ¡toda una diferencia! Úsalo como excusa ecológica la próxima vez que prefieras no encender la cámara.

✅ Optimiza tu streaming y ocio online: Si vas a escuchar música o ver tu serie favorita en repetidas ocasiones, considera descargar el contenido previamente en lugar de hacer streaming cada vez Cuando hagas streaming, utiliza WiFi en vez de la red móvil siempre que puedas (las redes fijas suelen ser más eficientes energéticamente) y, si tu plan de datos lo permite, reduce la resolución de video cuando la calidad HD no sea necesaria.

✅ Limpia tu “basura digital” regularmente: Haz limpieza de correos electrónicos que ya no necesitas (¡y dáte de baja de newsletters que no lees!), borra fotos borrosas o duplicadas, y elimina archivos antiguos almacenados en la nube. Evita almacenar ráfagas de fotos o copias de seguridad innecesarias en la nube ; cuantos menos datos inútiles guardes, menos energía harán gastar a los servidores. Una buena práctica es organizar tus archivos y hacer decluttering digital cada cierto tiempo, igual que limpias tu casa.

✅ Cierra aplicaciones y pestañas cuando no las uses: Las apps abiertas en segundo plano en el móvil, o decenas of pestañas del navegador olvidadas, consumen memoria y realizan sincronizaciones que gastan energía innecesariamente. Acostúmbrate a cerrar lo que no utilices en cada momento. Tu dispositivo y el planeta lo agradecerán.

✅ Envía y comparte con cabeza: Evita los correos masivos “Responder a todos” si no es necesario (cada destinatario extra implica más servidores trabajando). Comprime las imágenes o documentos pesados antes de enviarlos por email o mensajería para que ocupen menos datos. Y piensa dos veces antes de subir algo a la nube o a redes sociales: ¿realmente necesitas mantener ese archivo o publicación para siempre online? Si no es así, mejor no lo subas o elimínalo después de usarlo.

En definitiva, cada uno de nosotros puede aportar su granito de arena para que nuestra vida digital sea más sostenible. Internet ha transformado nuestras vidas para bien, pero también conlleva esta cara oculta medioambiental. Adoptando hábitos digitales responsables –desde usar el vídeo solo cuando hace falta hasta limpiar nuestra huella digital de datos inútiles– podemos disfrutar de la tecnología reduciendo su impacto en el planeta. 

Porque cuidar el medioambiente en el siglo XXI no es solo reciclar y ahorrar agua: también es ser conscientes de cómo cada clic y cada byte consumido cuentan. La próxima vez que navegues por la red, recuerda que el planeta está conectándose contigo 😉. Si recuerda que tu ejemplo es fundamental. Pequeños gestos digitales en casa, como limpiar la nube o reducir el streaming, pueden convertirse en hábitos sostenibles si los hacemos visibles… y en familia. Con pequeñas acciones, entre todos podemos lograr que Internet sea un espacio más eco-friendly sin renunciar a sus ventajas.